martes, 21 de julio de 2009

Viajar

No es posible para un hombre que vive con las ansias de viajar darse el lujo de perder en sus inmensos itinerarios la magia que aporta cada lugar, la sabiduría que transmite a cada paso recorrido aquella cultura que se desprende para paralizar las mentes, y agregar a su recorrido datos que amorticen la impaciencia por conocerlo todo. Sin embargo es por demás imposible descubrir lugares ocultos en un planeta repleto de puertos para desembarcar. Por eso, el hombre se contenta, al menos, con satisfacer su espíritu aventurero en su corta pero intensa vida, y llegar a desembarcar en los puertos que su vivacidad y su entereza le permiten. Así es como el hombre encuentra los sentidos de su vida que antes estaban enterrados o latentes. Y carga su mochila de viajero eterno para internarse en las cuevas de lo desconocido, subir las cuestas de montañas infinitas, atravesar caminos intratables, comprender gente absurda y nativa, perecer ante insanos y sabios, animales y monstruos, perderse entre lagos y mares, codearse con la vegetación y la oscuridad del bosque, la maldad de la selva descortés y la civilización malhumorada. Y sin embargo no deja de andar, porque tal vez en algunos de esos puertos a los que llega sin más que alpargatas rotas y pies cubiertos por el polvo de la carretera, encuentre su sentido de pertenencia y personalidad, que dejó zucumbir cuando atravesó el mundo y aquí renacen con la fuerza de un huracán. Posiblemente este hombre que conoció la Tierra igual que lo hicieron los dioses y los gigantes del pasado, diminuto este hombre en la distancia que separa el cielo del suelo, haya vivido más años que cualquier otro hombre común. Sólo por el hecho de viajar...

jueves, 2 de julio de 2009

¿Qué se siente estar en la isla Martín García?

Atravesar el Delta del Tigre a bordo de un catamarán tiene sus lujos y encantos, sobre todo si el sol de la mañana otoñal se refleja en los ojos y la brisa fresca de la madrugada se cuela por las hendijas de la ropa, allá arriba en cubierta. La bandera argentina flamea íntegra en la popa y se entremezcla con pequeñas gotas del agua amarronada. Sin embargo, el verdadero lujo, la tranquilidad esperada, llega cuando las aguas semi abiertas del Río de la Plata, muy cerca de la confluencia con el Río Uruguay, en el llamado Delta del Paraná, traen el esplendor de la isla más nombrada de la historia de nuestro país. Se trata de la Isla Martín García, un lugar único y lleno de leyenda que resurge olvidado y oculto, que renace con el cuento de sus pobladores y los acontecimientos dignos de memoria, como un tapiz imborrable.
Pero ¿qué significa estar en una isla? ¿Qué es una isla? Según el diccionario es “una porción de tierra rodeada de agua por todas partes”. Una defición común. Sin embargo, es difícil imaginarse vivir unas cuantas horas en una isla. Claro que en la creatividad de cada ser humano habita el sueño de la imaginación, pero aquella agudeza de sentidos tiene en el espacio y en el tiempo un punto de encuentro con la realidad. Y la inmensa cantidad de representaciones que afloran cuando se adentra en Martín García es realmente extraña: la sensacion de libertad y encierro se conjugan en un espectro extraordinario, una noción no tan fácil de explicar con palabras. Es que la naturaleza rodeada completamente de agua genera un sentimiento ambiguo; el desolado tránsito humano serena los nervios y las ansiedades; estar aislado invita a la contemplación de todo aquello que en la ciudad está ajeno; la reflexión del pasado asoma para entender el presente, y el paisaje define claramente que la isla Martín García es un encuentro cercano con la esencia de nuetsra historia.

La isla, aunque parezca increíble, tiene una antigüedad de 1800 millones de años: es un desprendimiento rocoso del plegamiento precámbrico del Macizo de Brasilia, que se sumerge en el océano y reaparece en el sistema de Sierras de Tandil. No es un dato menor, teniendo en cuenta que se diferencia notablemente del resto de las ilsas del Delta, que se forman por acumulación de sedimientos provenientes de los ríos Paraná y Uruguay. Otra particularidad es que la isla se encuentra más cerca del país vecino que de Argentina, de hecho se haya en aguas orientales. ¿Por qué entonces nos pertenece? En febrero de 1516 Juan Díaz de Solís arriba a este desolado lugar buscando un paso entre ambos océanos. Llamó al Río de la Plata "Mar Dulce" (posteriormente denominado como se lo conoce en la actualidad por la creencia de que era un acceso a las minas de plata del Imperio Inca), no pudiendo creer que semejante extensión de agua fuera dulce y no salada, como se esperaría de cualquier mar. Durante estas exploraciones, muere el tripulante y despensero Martín García, a quien sepultó en la isla. Por supuesto que también la bautizó con su nombre. Don Pedro de Cevallos, primer Virrey del Río de la Plata, la convirtió en un sitio fortificado y guarnición militar y fronteriza.
Franceses, portugueses, españoles e ingleses desearon durante muchos años la pertenencia de esta isla, habitada por charrúas, por ser un lugar estratégico para sus movimientos de expansión en la época. Sin embargo, a partir de 1850, el litigio quedó solamente en manos de Argentina y Uruguay. Finalmente, el 19 de noviembre de 1973, ambos países firmaron el Tratado Internacional del Río de la Plata y su frente marítimo a través de la Ley 20.645, que en su artículo 45 dice: "La Isla Martín García será destinada exclusivamente a reserva natural para la conservación y preservación de la fauna y flora autóctonas, bajo jurisdicción de la República Argentina". Además, en el artículo 63, dice que la Argentina "construirá y administrará un parque dedicado a la memoria de los héroes comunes a ambos pueblos". En 1958 fue declarada Lugar Histórico por un decreto nacional, y en 1998, en el marco de la ley 12.103, la Provincia de Buenos Aires la declaró como Reserva Natural de Uso Múltiple. En la actualidad, forma parte del Partido de la Plata.
Apenas se comienza a transitar por la isla la historia renace como queriendo mostrarse. Lugares que tienen miles de anécdotas para contar. Ese largo pasillo que va desde el pequeño puerto hasta el umbral de entrada, aquel que muestra intácto el característico cartel de bienvenida: "Isla Martín García. Provincia de Buenos Aires - República Argentina". Y después, el camino comienza a codearse con el pueblo mismo, la vida que está llena de calidez y de historia. A la izquierda, apuntando al río, inofensivos, los cañones de esmalte gris desgastado, colocados durante la Guerra de la Triple Alianza. Y a la derecha, un sendero con su microclima húmedo y frío que rodea una pequeña laguna llena de vida para no perderse: el silencio se mezcla con la naturaleza imperturbable y la fauna se muestra íntegra: la garza bruja, la garza blanca, el biguá, gallaretas y algunas tortugas posadas en las rocas. El bañado de la costa es uno de los medios más perceptibles para observar con detenimiento y paciencia. Pero el dato más curioso es que la cantera se formó porque de allí se obtuvieron los materiales para el empedrado de Buenos Aires. Y la lluvia hizo el resto.
Más allá, la Escuela de Educación Media 7 Cacique Pincén -donde estuvo detenido Perón en 1945 (desde aquí le escribió una carta a Evita pidiéndole matrimonio) y en donde también funcionan la EPB N°39 y el jardín de infantes N°319-, decorada coloridamente por dentro con los trabajos que diariamente realizan los alumnos y una pintoresca sala de computación muy ordenada con internet en todas las máquinas, algo que hasta hace poco parecía tan lejano. La pequeña iglesia parroquial y, junto a ella, la panadería, una vieja casa que data del año 1913, con aquella puerta de madera alta y angosta, con su amplia mesa en el centro llena de harina y las viejas máquinas de pan sobre la pared; en el mostrador, el famoso pan dulce artesanal, muy cotizado en la isla y toda la provincia de Buenos Aires. ¿Por qué famoso? La anécdota: el ex presidente Carlos Menem viajó a Martín García el sábado 26 de diciembre de 1998, y el dueño de la panadería le obsequió un pan dulce para compartir el brindis de Navidad y Fin de Año. Los medios gráficos más importantes del país publicaron al día siguiente la noticia. La Nación, bajo el título "El brindis de Menem", divulgó que "fiel a su costumbre, el jefe del Estado se trasladó en un pequeño avión privado, con el secretario de Prensa y Difusión, Raúl Delgado, a la isla. Apenas llegó, fue hasta la panadería local cuyos dueños son amigos hace mucho tiempo del Presidente [...] y recibió como regalo un pan dulce". Desde aquel momento quedó inmortalizado el sabor y la calidad del pan dulce elaborado artesanalmente en la isla, y fue Menem el encargado de regar la voz. Lo que resta saber es cuánto aumentó su producción la panadería a partir de este curioso episodio...
Sobre una de las callecitas laterales, aparece arrinconado y postergado el antiguo cine-teatro Gral. Urquiza, un lugar sin duda viejo, pero encantador, repleto de recovecos y rincones olvidados, oscuros, aunque todavía con ansias de algún espectáculo, pues las butacas permanecen inalteradas, los palcos y el pullman inmutables, y el escenario, indemne. Además, es singular y llamativo el estilo arquitectónico que ofrece su portada, pintada de blanco con piezas amarillas, verdes y rojas desteñidas.
Sin embargo la verdadera historia de Argentina está escrita en otros lugares: el penal levantado el 24 de abril de 1765 para albergar a fugitivos del batallón de Buenos Aires, finalmente convertido en cárcel para aprisionar a los delincuentes más peligrosos de Montevideo y la capital argentina, que funcionó hasta 1957. Los presos trabajaban en las canteras de granito, volcaban los empedrados en unos carros que se dirigían mediante rieles al puerto y eran enviadas en barco a Buenos Aires.
El barrio chino, con casas abandonadas y algunas muy deterioradas que funcionaban como burdeles, rodeado todo de un enorme cañaveral de bambú; el puerto viejo, con su torre firme aunque abandonada, con una vista excepcional de la ribera y sus pajonales; la casa de bombas de la fuerza naval; el crematorio, donde se inhumaban los cuerpos y pertenencias de los infectados durante la epidemia de cólera y fiebre amarilla, pues la isla funcionó como puerto de cuarentena para extranjeros que deseaban ingresar al país. A cualquiera se le pondría la piel de gallina acceder a este lugar, que aún permanece en pie, y observar dentro de la hoguera, imaginarse el humo que se desprende de la alta chimenea de ladrillos iluminada por el sol.
El faro, que fue instalado en 1881 por orden de Julio Roca, es además el punto más alto de la isla con 27msnm, siendo éste el lugar más elevado de las islas del Delta. Su función pricipal era oriental a los barcos que desconocían la zona.
Alrededor de 1884 llega a la isla el poeta nicaragüense Rubén Darío, que se instaló en una hermosa casona que hoy funciona como un museo. Allí vivió y escribió en mayo de 1895, el poema “La Marcha Triunfal”. Finalmente, el aeródromo y, detrás, la Reserva Natural inaccesible, que alberga gran cantidad de especies de aves, mamíferos y reptiles. Dentro de la flora, el ceibo, el curupí, el molle, el tala, el higuerón, las totoras, el sombra de toro y los espinillos se codean con especies exóticas como el eucalipto, la caña y el ligustro.
La reflexión final: parece mentira que hayan estado prisioneros aquí Hipólito Irigoyen, Arturo Frondizi y Marcelo Alvear. Parece mentira que recorriendo sus plazas y sus monumentos se repase a cada momento una línea de tiempo como las que se dibujan en los libros. Parece mentira que Domingo Sarmiento haya soñado con este lugar como ciudad capital de los estado unidos de Amércia del Sur, Argentina, Uruguay y Paraguay. Por suerte el proyecto no prosperó y hoy podemos disfrutar de este mágico lugar…

Es impresionante recorrer las calles de la isla Martín García. Conocer su historia es una parte importante de nuestra historia. Es como si a cada paso tuvieramos en la mano un manual de cuarto grado. Pero sin embargo hay un millar de anécdotas que se nos escapan, porque es casi imposible conocerlas todas. En cada rincón de la isla hay algo para descubrir, y algo para contar, y algo nuevo para archivar en la mente. La construcción y las ruinas; la selva ribereña, los arenales, los pastizales, las lagunas, los juncales y la costa hacia el horizonte; el fugaz amanecer anaranjado entre nubes densas sobre el Uruguay y el eterno anochecer que trae la oscuridad; la sensación de libertad y de encierro. La palabra isla podrá tener muchos significados, pero quien los sepa apreciar entenderá su verdadero sentido. El silencio. La contemplación. La austeridad.

Fotos: 1-Viaje de ida en el catamarán hacia Martín García; 2-Puerto y muelle de la isla; 3-Cañon a la entrada de la isla; 4-La cantera; 5-Entrada de la Escuela; 6-Crematorio; 7-Aeródromo; 8-Casa donde vivió Rubén Darío; 9-Amanecer sobre el río.