lunes, 7 de junio de 2010

Carta del Pueblo Wichi

María Cristina, 25 de abril del 2010

En la semana de los Pueblos Indigenas nos hemos reunido en María Cristina, nuestro territorio Indígena Wichi del Departamento Ramón lista, los días 23 al 25 de abril. Fuimos convocados por Caciques y dirigentes de varias comunidades a esta gran Asamblea para conversar sobre nuestra vida, preocupaciones y proyectos. Queremos ahora expresar en esta carta algunas de nuestras conversaciones.

La tierra y el territorio son nuestra vida, nuestra casa, es la lucha de nuestros abuelos y es el lugar donde vivimos con el agua, las plantas, los bichos del monte, los pájaros y la pesca. y vemos que nuestro pensamiento y relación con la tierra no es el mismo que el de la gente blanca. Por eso cuando ellos llegan a nuestros lugares se hacen "mayores" a nosotros, nos dominan queriendo decidir sobre nuestra vida y nuestros territorios. Nosotros les queremos hablar y no nos escuchan. Ahora estamos frenando esto porque no somos ya ignorantes. Nuestras tierras y territorios están inundados por el Bañado La Estrella y así hemos ido perdiendo nuestro espacio de vida y alimentación.

La provincia parece que hace volver nuestra tierra al Estado por la Ley Provincial Nº 1.471 que fue hecha sin consulta ni participación, no es clara, produce confusiones y contradicciones como por ejemplo la desaparición de los mojones enterrados debajo de los sedimentos. Nos encontramos afectados hoy al no aplicarse la Ley Nacional de tierras y territorios indígenas Nº 26.160, la Ley Nacional de bosques Nº 26.331 y tampoco hemos sido consultados sobre el Proyecto de Ordenamiento Territorial de Formosa. Pedimos que se implemente la Ley Nacional Nº 26.160.

Gracias a nuestros Caciques y dirigentes hemos obtenido logros y lo vemos con alegría. Nuestra lucha está siendo atendida, como por ejemplo la red de agua, la electricidad, pensiones, etc ... pero aún así, hoy todavía nos sentimos excluidos y discriminados porque no somos consultados públicamente ni participamos en las decisiones de todas las cosas nuestras como son las obras públicas, sistema de salud, educación, en las leyes de tierra y territorio, en la ley de bosques y de tantas otras cosas. No se respetan nuestras autoridades propias y personerías jurídicas. Las mujeres expresamos que nuestra artesanía no es valorada por la gente de afuera por los muy bajos precios que se nos paga y exigimos que se respeten los precios que nosotras ponemos. Así también nuestros apicultores.
Exigimos el mejoramiento de nuestros caminos y un digno transporte de colectivos y no como el de ahora que nos amontona como animales, en viajes de mucho sufrimiento y riesgo que tenemos que padecer. También necesitamos estar comunicados con celular e internet que todavía no tenemos en esta inmensa zona. Tenemos escuelas primarias en las comunidades y en algunos casos secundaria. Vemos la falta de designación en cargos de Memas (Maestros de Modalidad Aborigen) y vemos que es necesario que deben estar en todos los niveles. La calidad de la educación es muy pobre y cuando nuestros hijos van a realizar estudios superiores les cuesta mucho. Falta una buena alfabetización del castellano y del idioma Wichi. Tenemos el orgullo de tener hijos estudiando en la Universidad de Formosa con nuestro esfuerzo propio. Nos preocupa que varios de ellos abandonen por la falta de recursos económicos.

En la salud tenemos fortalezas. Pero es la parte más triste porque hay mucha gente que muere. En algunas de nuestras comunidades hay médicos y en la mayoría agentes sanitarios. Pero no hay medicamentos ni equipamiento, ni edificios, ni ambulancias porque no funciona el sistema de salud en la zona. Esto es lo que siempre estamos reclamando y tenemos pocas respuestas.
Las leyes indígenas son buenas pero no se cumplen, no se dan a conocer a nosotros. Se deben valorar estas leyes y todos la deben respetar.

Tenemos que mejorar nuestro Pueblo Wichi uniendo a los Caciques para que luchen por los derechos de nosotros. Nuestra fuerza está en la unidad de nosotros. Los de afuera nos dividen. Exigimos al gobierno que respete nuestra autonomía, nuestros derechos, nuestras luchas y a cumplir nuestras leyes indígenas. Las consultas deben ser públicas y no a uno solo de nosotros, porque nuestra palabra obliga al gobierno a lo que nosotros queremos. Queremos también crear una organización indígena Wichi permanente y nuestra, que tendrá Asambleas locales y departamentales.
Queremos decir que estamos preocupados porque sospechamos que la zona de Ramón Lista es un nuevo camino de la droga. Queremos denunciar el maltrato de la policía que encierra y pega y arman causas sin razón. También a la persecución que sufren algunos de nuestros dirigentes que
defienden nuestros derechos. Las regalías del Petróleo no vemos que las devuelvan a la comunidad y tampoco se informa de las mismas.

Estos son nuestros pensamientos y esta es nuestra palabra.

Comunidades presentes firmantes: Pozo la Chiva, El Breal, Santa Teresa, Barrio Solari,
Campo del Hacha, María Cristina, San Miguel, Lote 8, Tucumancito, 3 Palmas,
Palmarcito, Lote 1 y Villanueva.

sábado, 13 de marzo de 2010

Islas Shetland del Sur & Península Antartica

"No dejaremos de explorar, y el fin de nuestra exploración será arribar al lugar donde comenzamos y conocerlo por primera vez"

"Vivimos en un mundo pleno de belleza, encanto y aventura. No hay límite para las aventuras que podemos vivir si tan solo las buscamos con los ojos abiertos"


Canal de Lemaire 65° 04´s 63° 57´w Estrecho paso entre la Península Antartica y la Isla Booth, también conocido como "Fuji Funnel" o "Kodak Gap". Tiene un largo de 12 Km y su parte más ancha de apenas 500 mts. Adrien de Gerlache le dio el nombre que lleva en honor a Jacob Lemaire, explorador de nacionalidad belga, proveniente del Congo africano.


Estación científica Vernadsky 65° 15´s 64° 16´w Base ucraniana en la Isla Galíndez, anteriormente llamada Faraday (Gran Bretaña), vendida en 1997 en una módica suma de una libra esterlina. Aquí se descubrió por primera vez en agujero de Ozono, junto a otra estación británica, la Halley. El acuerdo entre ambas naciones al cambiar de mando, fue que los nuevos propietarios de la estación continuaran con las investigaciones acerca de la capa de ozono, utilizando el espectómetro de Dobson que ya poseía la estación. Aquí se encuentra también el bar más austral del mundo, donde sirven vodka casero. Es costumbre del lugar que las mujeres dejen sus corpiños a cambio de una medida de vodka.

Neko Harbour 64° 50´s 62° 33´w Pequeña bahía ubicada en otra más grande llamada Andvord, sobre la costa oeste de la península antartica. Lleva el nombre del buque factoría de Christian Salvensen, que operó en la zona entre 1911 y 1924. Es un lugar de una belleza extraordinaria, a pesar de que su nombre está asociado a la matanza de ballenas.

Isla Decepción 62° 24´s 59° 47´w Ubicada al sudoeste de las Shetland del Sur, sobre el Mar de la Flota. Se eleva 1600 metros sobre el lecho marino y tiene un diámetro sumergido de 30 km. Es una isla volcánica. Aquí se encuentran los restos de la estación ballenera Héktor (1911-1931), Biscoe House (Base B de la Operación Tabarí, 1944-1945) y de la estación científica British Antarctic Survey (1945-1969). Las instalaciones están parcialmente sepultadas bajo material piroclástico relacionado a la erupción volcánica de 1969. En 1995 la estación ballenera fue declarada Sitio y Monumento Histórico por el Tratado Antartico.











Este gran espectáculo es eterno.
Aquí siempre es el amanecer.
El rocío jamás se evapora.
Humedad siempre decantando.
Vapor siempre elevándose
Eterno amanecer,
eterno atardecer.
Eterna puesta y brillo,
sobre el mar,
los continentes, las islas,
cada una cambiando a medida que la tierra gira.
Por esto estoy agradecido de estar vivo.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Tilcara, tierra de sueños y promesas...no cumplidas




Todavia no son las 14 horas y el sol, con su cielo celeste eterno, cae en picada desde el infinito y parece que el asfalto de la ruta 9 hacia el norte se derrite como un hielo. Y entonces un viento enérgico, impetuoso, baja desde los cerros, recorre la quebrada de punta a punta, arremolina algunas tierras sueltas e intenta ser un aliciente para el calor, más no lo logra. Se entiende ahora por qué los pueblos de la Quebrada de Humahuaca -aunque no son los únicos del país- duermen la siesta obligada de todos los días, en cada paraje, en cada esquina, en cada casa de adobe, tan fresca por dentro. El sol castiga a su manera y el viento le devuelve las gentilezas. Claro que la altura también toma partido de aquellos considerados débiles. Es que en Tilcara, Provincia de Jujuy, los 2461 msnm dejan sin aire a quienes pretenden correr o, aunque parezca extraño, hablan en demasía mientras caminan en una cuesta.


Sin embargo, Tilcara tiene una magia deslumbrante y atrae por su particular encanto: calles de tierra semi empedradas, casas de adobe y pequeños comercios, ese paisaje de tonalidades grisáceas y marrones claras en invierno a la veda del Río Grande, pedregoso y seco por estas épocas del año -apenas asoman unos hilillos de agua-, y el aire típico puneño: cálido de día, frío de noche.




Es interesante observar algunos detalles de la vida diaria de Tilcara. En una de las esquinas frente a la plaza central, La Peña de Carlitos ofrece, además de comida regional y elaborada artesanalmente, la música en vivo con las tonadas jujeñas y sus instrumentos típicos, nunca mejor usada la frase erque, charango y bombo. Imperdible. Carlitos Cabrera, dueño del bar, junto a Gustavo, el famoso duende de Tilcara y puestero frente al Pucará, que maravilla a todos tocando el charango con una plasticidad y una armonía increíble, ponen al servicio de propios y ajenos las canciones más lindas de la quebrada y todo el noroeste argentino. Suenan folclóricas, agraciadas y majestuosas estrofas como "soy el diablo de humahuaca, nadie se aguanta mi tentación, en mi quena hay un gualicho para las dudas de corazón", tema del cual hablaremos en otra ocasión...

Finalmente, las cosas más inverosímiles del mundo se mezclan en lugares y tiempos inauditos, como señala la propia historia de la humanidad. Es increíble como en los lugares más inhóspitos, más alejados de la realidad, más austeros, pueden suceder cosas que cambien el rumbo de la vida, que se columpien alternativamente entre la incredulidad de algunos y la fe de otros, y que queden rondando sobrias y reflexivas en la inocencia de la gente. La leyenda y el mito, unidos por una promesa y una maldición. ¿Y las cábalas? Otro motivo para prestarle atención a esta historia...

La selección argentina de fútbol dirigida por Carlos Salvador Bilardo se acercó diez días a Tilcara (fueron 14 jugadores, del 5 al 15 de enero de 1986) como preparación para la altura de México, lugar donde se iba a disputar el Mundial. Fue muy singular la aparición de jugadores como Passarella o Bochini (no fue Diego Maradona) por las calles Tilcara. Lo más interesante y eje de todas las críticas de hoy (sí, sí de hoy, 23 años despues) fue la promesa que el plantel le hizo a la imagen de la Virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral -en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, inaugurada en 1865-, a la que los fieles más devotos (y de los otros también) le ofrecen una promesa a cambio de volver a visitarla. Pero claro, en lugares donde las creencias son una parte indispensable de la vida de la población, las reglas no son foráneas o indiferentes para quienes llegan de afuera. Y eso es algo de lo que el plantel de la selección debería aprender. Y sino, ¿por qué se habla de un gualicho que tiene nuestro futbol a nivel nacional, ese de no poder ganar un mundial? ¿Es una maldición a raíz de una promesa no cumplida? La respuesta, después de todo, no está para nada implícita. Es que cuentan en Tilcara que los jugadores no regresaron a agradecerle a la Virgen la copa ganada en el mundial algunos meses después de aquella visita.
Para no ser menos, y agregarle un condimiento especial a esta historia, Carlitos Cabrera fue uno de los tantos fundadores del Club tilcareño Pueblo Nuevo, lugar donde la selección hizo la preparación, convencidos de que esa cancha tenía las medidas reglamentarias, cosa que es cierto. Ni el Club Terry ni el Club Belgrano, los más activos en aquellos pagos, fueron elegidos para la ocasión. Carlitos, que acompañó a Bilardo y al plantel en Tilcara, y que aún tiene la esperanza de ver a jugadores de la selección actual honrando a la Virgen por aquella promesa incumplida, advierte que “a la mamita Virgen hay que cumplirle. Deberían volver”. Y no es para menos: es uno de los que defienden esta leyenda y le da un marco de respeto y devoción pura. Superstición, cabala o caprichos de la naturaleza, con esas cosas no se juega...



Fotos: 1) Vista del vallle desde el Pucará de Tilcara hacia la ruta. 2) Calles de Tilcara. 3) Carlitos Cabrera y Gustavo tocando en la Peña. 4) Iglesia Nuestra señora del Rosario. 5) El plantel de la selección argentina en Tilcara (foto de internet)

martes, 21 de julio de 2009

Viajar

No es posible para un hombre que vive con las ansias de viajar darse el lujo de perder en sus inmensos itinerarios la magia que aporta cada lugar, la sabiduría que transmite a cada paso recorrido aquella cultura que se desprende para paralizar las mentes, y agregar a su recorrido datos que amorticen la impaciencia por conocerlo todo. Sin embargo es por demás imposible descubrir lugares ocultos en un planeta repleto de puertos para desembarcar. Por eso, el hombre se contenta, al menos, con satisfacer su espíritu aventurero en su corta pero intensa vida, y llegar a desembarcar en los puertos que su vivacidad y su entereza le permiten. Así es como el hombre encuentra los sentidos de su vida que antes estaban enterrados o latentes. Y carga su mochila de viajero eterno para internarse en las cuevas de lo desconocido, subir las cuestas de montañas infinitas, atravesar caminos intratables, comprender gente absurda y nativa, perecer ante insanos y sabios, animales y monstruos, perderse entre lagos y mares, codearse con la vegetación y la oscuridad del bosque, la maldad de la selva descortés y la civilización malhumorada. Y sin embargo no deja de andar, porque tal vez en algunos de esos puertos a los que llega sin más que alpargatas rotas y pies cubiertos por el polvo de la carretera, encuentre su sentido de pertenencia y personalidad, que dejó zucumbir cuando atravesó el mundo y aquí renacen con la fuerza de un huracán. Posiblemente este hombre que conoció la Tierra igual que lo hicieron los dioses y los gigantes del pasado, diminuto este hombre en la distancia que separa el cielo del suelo, haya vivido más años que cualquier otro hombre común. Sólo por el hecho de viajar...

jueves, 2 de julio de 2009

¿Qué se siente estar en la isla Martín García?

Atravesar el Delta del Tigre a bordo de un catamarán tiene sus lujos y encantos, sobre todo si el sol de la mañana otoñal se refleja en los ojos y la brisa fresca de la madrugada se cuela por las hendijas de la ropa, allá arriba en cubierta. La bandera argentina flamea íntegra en la popa y se entremezcla con pequeñas gotas del agua amarronada. Sin embargo, el verdadero lujo, la tranquilidad esperada, llega cuando las aguas semi abiertas del Río de la Plata, muy cerca de la confluencia con el Río Uruguay, en el llamado Delta del Paraná, traen el esplendor de la isla más nombrada de la historia de nuestro país. Se trata de la Isla Martín García, un lugar único y lleno de leyenda que resurge olvidado y oculto, que renace con el cuento de sus pobladores y los acontecimientos dignos de memoria, como un tapiz imborrable.
Pero ¿qué significa estar en una isla? ¿Qué es una isla? Según el diccionario es “una porción de tierra rodeada de agua por todas partes”. Una defición común. Sin embargo, es difícil imaginarse vivir unas cuantas horas en una isla. Claro que en la creatividad de cada ser humano habita el sueño de la imaginación, pero aquella agudeza de sentidos tiene en el espacio y en el tiempo un punto de encuentro con la realidad. Y la inmensa cantidad de representaciones que afloran cuando se adentra en Martín García es realmente extraña: la sensacion de libertad y encierro se conjugan en un espectro extraordinario, una noción no tan fácil de explicar con palabras. Es que la naturaleza rodeada completamente de agua genera un sentimiento ambiguo; el desolado tránsito humano serena los nervios y las ansiedades; estar aislado invita a la contemplación de todo aquello que en la ciudad está ajeno; la reflexión del pasado asoma para entender el presente, y el paisaje define claramente que la isla Martín García es un encuentro cercano con la esencia de nuetsra historia.

La isla, aunque parezca increíble, tiene una antigüedad de 1800 millones de años: es un desprendimiento rocoso del plegamiento precámbrico del Macizo de Brasilia, que se sumerge en el océano y reaparece en el sistema de Sierras de Tandil. No es un dato menor, teniendo en cuenta que se diferencia notablemente del resto de las ilsas del Delta, que se forman por acumulación de sedimientos provenientes de los ríos Paraná y Uruguay. Otra particularidad es que la isla se encuentra más cerca del país vecino que de Argentina, de hecho se haya en aguas orientales. ¿Por qué entonces nos pertenece? En febrero de 1516 Juan Díaz de Solís arriba a este desolado lugar buscando un paso entre ambos océanos. Llamó al Río de la Plata "Mar Dulce" (posteriormente denominado como se lo conoce en la actualidad por la creencia de que era un acceso a las minas de plata del Imperio Inca), no pudiendo creer que semejante extensión de agua fuera dulce y no salada, como se esperaría de cualquier mar. Durante estas exploraciones, muere el tripulante y despensero Martín García, a quien sepultó en la isla. Por supuesto que también la bautizó con su nombre. Don Pedro de Cevallos, primer Virrey del Río de la Plata, la convirtió en un sitio fortificado y guarnición militar y fronteriza.
Franceses, portugueses, españoles e ingleses desearon durante muchos años la pertenencia de esta isla, habitada por charrúas, por ser un lugar estratégico para sus movimientos de expansión en la época. Sin embargo, a partir de 1850, el litigio quedó solamente en manos de Argentina y Uruguay. Finalmente, el 19 de noviembre de 1973, ambos países firmaron el Tratado Internacional del Río de la Plata y su frente marítimo a través de la Ley 20.645, que en su artículo 45 dice: "La Isla Martín García será destinada exclusivamente a reserva natural para la conservación y preservación de la fauna y flora autóctonas, bajo jurisdicción de la República Argentina". Además, en el artículo 63, dice que la Argentina "construirá y administrará un parque dedicado a la memoria de los héroes comunes a ambos pueblos". En 1958 fue declarada Lugar Histórico por un decreto nacional, y en 1998, en el marco de la ley 12.103, la Provincia de Buenos Aires la declaró como Reserva Natural de Uso Múltiple. En la actualidad, forma parte del Partido de la Plata.
Apenas se comienza a transitar por la isla la historia renace como queriendo mostrarse. Lugares que tienen miles de anécdotas para contar. Ese largo pasillo que va desde el pequeño puerto hasta el umbral de entrada, aquel que muestra intácto el característico cartel de bienvenida: "Isla Martín García. Provincia de Buenos Aires - República Argentina". Y después, el camino comienza a codearse con el pueblo mismo, la vida que está llena de calidez y de historia. A la izquierda, apuntando al río, inofensivos, los cañones de esmalte gris desgastado, colocados durante la Guerra de la Triple Alianza. Y a la derecha, un sendero con su microclima húmedo y frío que rodea una pequeña laguna llena de vida para no perderse: el silencio se mezcla con la naturaleza imperturbable y la fauna se muestra íntegra: la garza bruja, la garza blanca, el biguá, gallaretas y algunas tortugas posadas en las rocas. El bañado de la costa es uno de los medios más perceptibles para observar con detenimiento y paciencia. Pero el dato más curioso es que la cantera se formó porque de allí se obtuvieron los materiales para el empedrado de Buenos Aires. Y la lluvia hizo el resto.
Más allá, la Escuela de Educación Media 7 Cacique Pincén -donde estuvo detenido Perón en 1945 (desde aquí le escribió una carta a Evita pidiéndole matrimonio) y en donde también funcionan la EPB N°39 y el jardín de infantes N°319-, decorada coloridamente por dentro con los trabajos que diariamente realizan los alumnos y una pintoresca sala de computación muy ordenada con internet en todas las máquinas, algo que hasta hace poco parecía tan lejano. La pequeña iglesia parroquial y, junto a ella, la panadería, una vieja casa que data del año 1913, con aquella puerta de madera alta y angosta, con su amplia mesa en el centro llena de harina y las viejas máquinas de pan sobre la pared; en el mostrador, el famoso pan dulce artesanal, muy cotizado en la isla y toda la provincia de Buenos Aires. ¿Por qué famoso? La anécdota: el ex presidente Carlos Menem viajó a Martín García el sábado 26 de diciembre de 1998, y el dueño de la panadería le obsequió un pan dulce para compartir el brindis de Navidad y Fin de Año. Los medios gráficos más importantes del país publicaron al día siguiente la noticia. La Nación, bajo el título "El brindis de Menem", divulgó que "fiel a su costumbre, el jefe del Estado se trasladó en un pequeño avión privado, con el secretario de Prensa y Difusión, Raúl Delgado, a la isla. Apenas llegó, fue hasta la panadería local cuyos dueños son amigos hace mucho tiempo del Presidente [...] y recibió como regalo un pan dulce". Desde aquel momento quedó inmortalizado el sabor y la calidad del pan dulce elaborado artesanalmente en la isla, y fue Menem el encargado de regar la voz. Lo que resta saber es cuánto aumentó su producción la panadería a partir de este curioso episodio...
Sobre una de las callecitas laterales, aparece arrinconado y postergado el antiguo cine-teatro Gral. Urquiza, un lugar sin duda viejo, pero encantador, repleto de recovecos y rincones olvidados, oscuros, aunque todavía con ansias de algún espectáculo, pues las butacas permanecen inalteradas, los palcos y el pullman inmutables, y el escenario, indemne. Además, es singular y llamativo el estilo arquitectónico que ofrece su portada, pintada de blanco con piezas amarillas, verdes y rojas desteñidas.
Sin embargo la verdadera historia de Argentina está escrita en otros lugares: el penal levantado el 24 de abril de 1765 para albergar a fugitivos del batallón de Buenos Aires, finalmente convertido en cárcel para aprisionar a los delincuentes más peligrosos de Montevideo y la capital argentina, que funcionó hasta 1957. Los presos trabajaban en las canteras de granito, volcaban los empedrados en unos carros que se dirigían mediante rieles al puerto y eran enviadas en barco a Buenos Aires.
El barrio chino, con casas abandonadas y algunas muy deterioradas que funcionaban como burdeles, rodeado todo de un enorme cañaveral de bambú; el puerto viejo, con su torre firme aunque abandonada, con una vista excepcional de la ribera y sus pajonales; la casa de bombas de la fuerza naval; el crematorio, donde se inhumaban los cuerpos y pertenencias de los infectados durante la epidemia de cólera y fiebre amarilla, pues la isla funcionó como puerto de cuarentena para extranjeros que deseaban ingresar al país. A cualquiera se le pondría la piel de gallina acceder a este lugar, que aún permanece en pie, y observar dentro de la hoguera, imaginarse el humo que se desprende de la alta chimenea de ladrillos iluminada por el sol.
El faro, que fue instalado en 1881 por orden de Julio Roca, es además el punto más alto de la isla con 27msnm, siendo éste el lugar más elevado de las islas del Delta. Su función pricipal era oriental a los barcos que desconocían la zona.
Alrededor de 1884 llega a la isla el poeta nicaragüense Rubén Darío, que se instaló en una hermosa casona que hoy funciona como un museo. Allí vivió y escribió en mayo de 1895, el poema “La Marcha Triunfal”. Finalmente, el aeródromo y, detrás, la Reserva Natural inaccesible, que alberga gran cantidad de especies de aves, mamíferos y reptiles. Dentro de la flora, el ceibo, el curupí, el molle, el tala, el higuerón, las totoras, el sombra de toro y los espinillos se codean con especies exóticas como el eucalipto, la caña y el ligustro.
La reflexión final: parece mentira que hayan estado prisioneros aquí Hipólito Irigoyen, Arturo Frondizi y Marcelo Alvear. Parece mentira que recorriendo sus plazas y sus monumentos se repase a cada momento una línea de tiempo como las que se dibujan en los libros. Parece mentira que Domingo Sarmiento haya soñado con este lugar como ciudad capital de los estado unidos de Amércia del Sur, Argentina, Uruguay y Paraguay. Por suerte el proyecto no prosperó y hoy podemos disfrutar de este mágico lugar…

Es impresionante recorrer las calles de la isla Martín García. Conocer su historia es una parte importante de nuestra historia. Es como si a cada paso tuvieramos en la mano un manual de cuarto grado. Pero sin embargo hay un millar de anécdotas que se nos escapan, porque es casi imposible conocerlas todas. En cada rincón de la isla hay algo para descubrir, y algo para contar, y algo nuevo para archivar en la mente. La construcción y las ruinas; la selva ribereña, los arenales, los pastizales, las lagunas, los juncales y la costa hacia el horizonte; el fugaz amanecer anaranjado entre nubes densas sobre el Uruguay y el eterno anochecer que trae la oscuridad; la sensación de libertad y de encierro. La palabra isla podrá tener muchos significados, pero quien los sepa apreciar entenderá su verdadero sentido. El silencio. La contemplación. La austeridad.

Fotos: 1-Viaje de ida en el catamarán hacia Martín García; 2-Puerto y muelle de la isla; 3-Cañon a la entrada de la isla; 4-La cantera; 5-Entrada de la Escuela; 6-Crematorio; 7-Aeródromo; 8-Casa donde vivió Rubén Darío; 9-Amanecer sobre el río.

domingo, 21 de junio de 2009

Segunda parte de la travesía por Auquinco hasta el Lolog


Tras el anhelado ascenso al volcán Ayen Niyeu, continuamos el trekking hacia el sur por el Portezuelo de Auquinco (“agua que resuena”), un valle resonante por donde se escurre el Río Auquinco, que debimos cruzar en varias ocasiones, así como también el río Pedregoso. A partir de aquí, comienza a aparecer la vegetación que habíamos olvidado y el bosque espeso, tupido. Se observan las flores de amancay como nunca antes, amarillas, hermosas, y el tramo de Pehuenes más austral y milenario de la región. Finalmente, atravesamos un campo minado de caña de Colihue relativamente baja, que tapaba el sendero. Hubo que bajar la cabeza, poner los brazos y exigir el paso con fuerza para cruzar el cañaveral. Valió la pena el esfuerzo, ya que con el último aliento y luego de casi seis horas, arribamos al Refugio Los Pinos, siempre en el valle, y con el Río Auquinco que a menudo escoltaba el paso a pocos metros; una fuente de agua primordial de la zona.
El refugio estaba descuidado. Debimos ventilarlo bien y rociarlo con agua y lavandina (siempre debe hacerse cuando se entra a un lugar que estuvo cerrado mucho tiempo y además por la posible presencia de hantavirus). No fue sorprendente, porque esta zona no es muy transitada durante la temporada de verano, y en invierno no es posible acceder. De todas formas, no es recomendable pasar la noche en el refugio. La construcción es de madera con techo de zinc, rectangular y cuenta con una mesa, una salamandra y un par de estantes; dos ventanas y dos puertas de entrada de un solo lado y unos tablones que simulan una cama. Sobre una de las paredes del refugio, un lindo retrato que dejó un caminante con una frase de Friedrich Nietzsche: “Quien ha alcanzado la libertad de la razón, aunque solo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra como un caminante, pero no un caminante que se dirige hacia un punto de destino, pues no lo hay”. Nunca una frase ha expresado mejor aquel momento.
El siguiente día amanecimos, como de costumbre, muy temprano. Había que seguir bajando y aprovechar también el fresco de la mañana para caminar, ya que el camino a seguir no tendría demasiada zona boscosa para resguardarse del sol, sino que era más bien abierta, y el sol prometía enardecer. Próxima parada: Refugio Auquinco, ya en el Lago Lolog.



Durante la travesía transitamos prácticamente por un valle estepario en el que son abundantes los coirones, ese pasto duro que conforma especialmente el típico paisaje de la estepa patagónica. Esta zona también es habitual de pumas, jabalíes y ciervos colorados, aunque no hemos tenido suerte y pasamos sin pena ni gloria. Además, próximos a la cercanía del refugio y nuestra zona de acampe, debimos cruzar un pequeño mallín que nos embarró los zapatos y casi un cuarto de la bombacha de campo.
Luego de vadear varias veces el Río Auquinco, y tras el almuerzo en la orilla del mismo, continuamos rumbo al Lolog con la esperanza de encontrar, en lo que restaba del camino, un poco de sombra. Y aunque no fue precisamente eso, nos recuperamos del calor con un chapuzón improvisado en el Río Auquinco, algo inédito teniendo en cuenta que faltaba muy poco para llegar. Fue un desquite, pura diversión en un río bajo, congelante y transparente. Después continuamos en traje de baño y zapatillas de trekking (postura inédita -y ridícula sobremanera-) hasta el Refugio Auquinco, al cual llegamos tras algo más de cinco horas de caminata total.
A simple vista, el refugio estaba en pésimas condiciones: la inclemencia del clima y el descuido de los transeúntes seguramente hayan sido determinantes para su destrozo. De todas maneras queríamos encontrar un lugar más alejado y cerca del lago, por eso nos dispusimos a explorar la zona, ya que además había allí un contingente de turistas que, según nos informaron, venían de Puerto Arturo (hacia donde íbamos nosotros) y se dirigían hacia Laguna Verde (de donde veníamos). Les esperaba, claro, un camino trabajoso. Reconocimos finalmente los alegres Lupinos en la costa del lago Lolog.
Nos cruzamos, como era de esperarse, con uno de los guías del grupo, que en ese instante intentaba llamar desesperadamente a un hombre que, solitario, se había adentrado en el lago, varios metros adentro, para practicar natación. Lo más angustioso para el guía era la parsimonia de su hombre. Lo más inquietante para nosotros era la oportunidad de ver a un monstruo de las profundidades devorarlo sin prejuicios. Es que la suerte no estaba del lado de aquel grupo, pues algunos de sus integrantes había tenido hace poco una experiencia negativa en su ascenso al Volcán Domuyo, al norte de la Provincia de Neuquén.





El lago Lolog –declarado en 1994 como Área Natural Protegida-, que significa “suelo con hoyos o depresiones”, es un lago inmenso e imponente. Tiene playas deslumbrantes y aguas muy profundas. Antiguamente lo llamaban Palai Co (agua tranquila), pero ha sido artífice de muchos mitos y leyendas que hoy en día son la incertidumbre de pobladores y visitantes. La más conocida es la del Cuero del Lago, una bestia jurasica que también denominaron “cuero uñudo”, que, según los historiadores, “tendría la forma de un tronco largo y grueso que se desenrollaría para aplanarse y ubicarse estratégicamente simulando ser un cuero vacuno a la espera de sus presas”. Ha habido varios avistajes durante mucho tiempo por parte de los pobladores, aunque muchos dicen que los lugareños inventan las historias para alejar a los turistas.
Finalmente la zona que encontramos era sensacional, sobre la costa, sin viento –ya que una península boscosa lo tapaba-, y a metros del comienzo del bosque de Roble pellín, Raulíes y Cipreses, entre otros, con un lugar ideal para las carpas. Como no podía ser de otra manera, la ambientación al lugar comenzó con un chapuzón en el Lolog, que en esa zona tenía varios metros de playa baja hasta hundirse tremendamente lago adentro. En la costa, cerca de la orilla y sobre el piso, abundaban las ya famosas chaquetas amarillas, aunque esta vez se debieron haber estado ocupando de otros asuntos, pues no eran lo invasivas que resultaron ser en Laguna Verde. La chaqueta amarilla es una abeja proveniente de la zona del Mar Mediterráneo y el norte africano que actualmente está expandida casi por todo el mundo e instalada en Estados Unidos y Oceanía. En la Patagonia, y en algunas zonas del sur de Buenos Aires, Mendoza y San Juan, es una plaga incontrolable que ha avanzado en toda la Región Andino-Patagónica 250Km por año. Fue observada por primera vez en Argentina en 1980, en Andacollo, localidad situada a unos 60Km al oeste de Chos Malal, en Neuquén. Las versiones más acertadas indican que este insecto carnívoro, de gran adaptación al medio y que no tiene enemigos naturales, llegó al país vía Chile en cargamentos de madera. Otras versiones presumen que fue insertada a propósito para combatir el bicho de la fruta, aunque estas versiones aún son incomprobables. Para la estadía del ser humano en los terrenos sureños, la complicación mayor llega a la hora de comer, ya que la abeja es agresiva en presencia de carbohidratos, proteínas y agua. Además, sus madrigueras se encuentran bajo tierra, en las cortezas de los árboles o en huecos de troncos, una de las razones por las cuales sobreviven al invierno, ya que los nidos o colonias –de hasta 4 mil individuos- son construidos por una reina fundadora, fecundada en otoño, que sobrevive al frio invernal. La gente local ha elaborado algunas trampas naturales con cebos de carne o aceite dentro de bolsas plásticas o botellas, y en diciembre del 2007 la firma Bayer presentó Amaxis, el primer cebo que sale a la venta para eliminar la chaqueta amarilla y que incluye un insecticida que liquida el nido en 24 horas.
El día siguiente fue atípico. Amanecimos relativamente temprano, con el sol apenas asomando sobre el este, detrás de montañas bajas, sobre el lago. Un paisaje alentador para esa altura de la mañana y un mate endovenoso. Pero digo atípico porque, a pesar del cansancio acumulado, ya augurábamos la cercanía de Puerto Arturo, el destino final. Sin embargo aún faltaba una noche en Playa Bonita, sobre la costa del Lolog, más hacia el sudeste.
También fue atípico por lo cómico que resultó la carrocería de una chata vieja y destartalada estacionada enfrente al refugio Auquinco, y de la cual recién nos enteramos cuando salimos hacia Playa Bonita. Seguramente haya sido de algún poblador que utilizaba el camión antiguamente para trasladar madera o leña en las inmediaciones del refugio. Otra humorada alegre para continuar nuestro viaje.
La dificultad con la que nos topamos en primera instancia aquella mañana, fue la imposibilidad de encontrar el sendero hacia Playa Bonita. No había ningún cartel indicador sobre las picadas y los caminos de animales, sobre todo vacas y caballos, se confundían con los senderos de Parques Nacionales. Allí perdimos un par de horas, en la costa del lago. Nuestro mapa indicaba la picada más adentro, siguiendo el Río Auquinco desde su desembocadura en el Lolog, pero las distintas sendas se mezclaban. Por la costa del lago no se podía seguir. Y finalmente, tras retroceder unos metros, encontramos el cruce del Auquinco y, del otro lado, la senda que continuaba tan campechana hacia Playa Bonita.
Tras un par de horas de caminata entre bosques frondosos y cañaverales de Colihue, llegamos a Playa Bonita, un lugar ubicado sobre el margen sur del Lago Lolog, otra vez, con un paisaje impresionante, parsimonioso. El almuerzo al pie del lago, una siesta en la playa, y el descanso anhelado fueron las principales actividades de la tarde. El cielo lentamente se fue cubriendo con nubes negras, aunque altas y pasajeras. El color luminoso de los rayos del sol atravesando los nimbos, el agua calma y algún pedazo celeste entre los nubarrones fue el retrato perfecto para la última noche antes de la civilización. Una noche de cuentos sobre aventureros y reflexión silenciosa.
El último día de caminata con mochila al hombro se presentó ideal. Salimos temprano de Playa Bonita en busca de Puerto Arturo, a solo un par de horas. El sendero pasaba por al lado de la zona de acampe y esta vez no nos costó encontrarlo. Es que a partir de aquí, con la cercanía que hay hasta la Seccional Lolog de Parques Nacionales, la picada es muy evidente.
El trayecto tuvo subidas con pendiente pronunciada por momentos. Pero claro, después de una subida, sigue una bajada. Los cereales son fundamentales para reponer azúcar y tener energía para continuar. Y cuando menos lo esperábamos, el camping organizado de Puerto Arturo apareció triunfante a pocos metros de la casa del Guardaparques. Habíamos caminado, en total desde Laguna Verde hasta Puerto Arturo, unos 50km.

domingo, 14 de junio de 2009

"Allá ni llego", o el mítico Ayen Niyeu

Domingo de febrero. Amanecimos muy temprano, sin luz. El sonido del saltillo había escoltado la pernoctada, fría y corta, y el cónico Volcán Lanín, de 3776 msnm, con su pico atestado de lenguas glaciarias, nos brindaba una de las vistas más maravillosas del recorrido. De noche y de día, el Lanín es extraordinario, principalmente porque supera en promedio 1800 mts a los picos que lo rodean, de manera que se alza imponente, sin límites, entre el resto de los cerros de la zona. Lanín significa “que se hunde”, según la lengua mapuche. Los colores del cielo al anochecer, reflejado en la blancura del cono, con bocas humeantes por el frío, abrigados de pies a cabeza, y con el imperturbable sonido de la vertiente de agua, es una posta digna de ser guardada. Ahora bien: aquella mañana el sol no había hecho aún su entrada triunfal sobre las altas cumbres. En este extenso valle, rodeado por el solemne Cerro Huanquihue, se encuentra el Volcán Ayen Niyeu, que significa “lugar que estuvo caliente” y está a 1700 msnm. Pleno Parque Nacional Lanín -creado el 11 de mayo de 1937-, a metros de la Cascada del Portezuelo de Auquinco (lugar en el cual Parques Nacionales recomienda el uso de calentadores, pues no está permitido hacer fuego) y el valle que lleva el mismo nombre, por donde un par de días más tarde descenderíamos hasta el Lago Lolog.



















El arribo a este lugar de hermosos colores y una paz deslumbrante se puede hacer desde Laguna Verde (se llama así por la cantidad de algas en su lecho que le dan una tonalidad esmeralda), área de Junin de los Andes, mediante una travesía de algunas horas por un sendero arduo y escalonado de subidas y bajadas, cuyo comienzo se halla a metros de un escorial de lava de casi ocho metros de longitud producido por el volcán Huilquihué, encausado en un antiguo valle glaciar, y que termina en el lago Epulafquen, al norte de la laguna Verde. El trekking se realiza casi completamente en un bosque de Coihues, atravesando también Raulíes y Ñires, y un sotobosque conformado por cañaveral. Por momentos, la caña de Colihue muerta y hueca resuena al unísono de la caminata en cada paso, y aparece como una especie de peligroso rizador para cabello móvil e inestable. Luego de un par de horas, se observa la majestuosidad del Ayen Niyeu y el andar se transforma sobre un sendero de mínimas piedras volcánicas. Son, a partir de aquí, impresionante los colores montañosos –verde, negro, gris, anaranjado, amarillo, rojo y blanco por algunos manchones de nieve-, constituidos por rocas piroclásticas procedentes de las erupciones volcánicas hace miles de años. Aunque parezca increíble, el Volcán Ayen Niyeu colapsó con una colosal explosión hace apenas 500 años. Inimaginable.

Antes de comenzar el ascenso hacia la cumbre del volcán, había que superar un complicado obtáculo: salir de la bolsa de dormir, abrir el cierre de metal helado de la carpa y estirar las piernas entre el frío y la oscuridad. Recién cuando el mate cocido atraviesa el cuerpo y el humo caliente de la taza se pierde entre la boca y la nariz, el cuerpo y la mente recuperan su terreno normal. La sensación que vendría luego sería aún más motivadora.
El ascenso es espectacular por varias razones: se realiza enteramente en zigzag por la negra roca volcánica, entremezclada con otras tonalidades, con el Lanín de fondo y el valle visto en su inmensa eternidad, por supuesto, en absoluta soledad y silencio. El día se va aclarando poco a poco y el aire se calienta aún más, pero para ese entonces ya teníamos pisado casi tres cuartos de camino. Es clave emprender la subida con el aire fresco de la mañana, ya que cuando los primeros rayos asoman por el filo montañoso, el calor se transforma en un escollo más para sortear. La primera cumbre, incómoda e inestable por una montaña de rocas movedizas, se encuentra a pocos pasos del filo del cráter y se aprecia, como nunca, el Lanín en su completa estructura, más cerca que antes. También aparecen, hacia el oeste, el Volcán Quetrupillán (“volcán activo bramador” o “diablo tímido”) y el Volcán Villarrica (2840m), de Chile. La vista es espléndida, ya que además del paisaje que teníamos delante, a un paso, a solamente un paso, el cráter del Ayen Niyeu brindaba una indescriptible sensación de profundidad. Sin embargo, aún restaba un tramo hasta una segunda cumbre, por el filo del cráter y hacia arriba. Allí, mas cerca del cielo y mas lejos de la tierra, el viento y el sol en su máxima expresión y una gran porción de la Patagonia ante nuestros ojos atónitos. Festejo y alegría por un ascenso sin trabas y un aplauso alentador para iniciar la bajada. Eso sí: aquellos escépticos que tildan al volcán de complicado, de difícil acceso y caprichoso, no conocen a las mujeres. La moda de llamarlo "Allá ni llego" por la similitud fonética con su verdadero nombre, es una mentira tan grande que no tiene punto de discusión.





















El descenso fue rápido y divertido: patinando, saltando, esquiando y derrapando en la arena volcánica. Una fugaz sacudida de los zapatos de trekking, llenos de piedritas, desarme del campamento y partida, justo antes del mediodía, hacia nuestra segunda meta del día: el Refugio Rincón de Los Pinos, un paso más hacia el Lolog. Pero esa es otra historia. Por ahora, solo nos despedimos del Lanín y los mágicos colores del Ayen Niyeu.



Si, si...Allá ni llego...